ARTÍCULO: un madero (NO) salva la vida de su vecino epiléptico.

El afán de notoriedad de los esbirros del Estado – y sus acólitos – es inmenso. En el artículo que enlazo sale 1 vídeo con los 3 protagonistas de esta historia inflada a más no poder para que parezca un acto heroico de un esbirro paniaguado del Estado. Os contaré la mía con otro ataque epiléptico. Yo no salí en los medios… porque el socorro al prójimo y el altruismo obligan a no hacer aspavientos de ello.

Al final os enlazo el artículo de marras para que flipléis con la redacción del perrodista. Parece una novela de Corín Tellado. Y sale un vídeo con los 3 protagonistas torticeros de esta noticia sobrevalorada. Era un ataque epiléptico. Eso se pasa sólo. Voy con mi historia, mucho más interesante, humana y coherente:

Año 2002 o 2003 (sucedió durante el año de mi licenciatura en Ciencias Políticas y de la Administración del puto Estado, por eso sé la fecha), Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid. Al pasar por una zona apartada y sin gente, dentro del edificio, de repente se quiebra la calma con el estruendo de los gritos y carreras de 2 chicas que salen, a toda prisa, del servicio de mujeres. Van gritando socorro. Una de ellas me agarra y balbucea, muy nerviosa, no sé qué, señalando al baño. Entro yo solo. Ella se va tras los pasos de la otra.

Tendida en el suelo, boca arriba, una guapa chica rubia presa de terribles convulsiones que obligan a su cuerpo a rebotar contra el embaldosado. Yo, desconcertado, me acerco rápidamente y me arrodillo a su vera. Sin saber qué hacer, pero sabiendo lo que hacía, cojo su cabeza por detrás comprobando si sangraba por el más que probable desplome que la llevó a este estado. No sangra. Mantengo mi manaza, a modo de almohada, para evitar que en sus convulsiones se haga daño. Entonces me doy cuenta: esto es un ataque epiléptico. Jamás había visto uno, ni en películas. Sólo conocía algunos síntomas popularizados.

Ella, ojos en blanco armónicos con su tez blanca y la espuma que salía por su boca. Convulsiones todas. Salvando las distancias de su belleza y su enfermedad, situación similar a algunas secuencias de «El exorcista» y yo, el padre Karras sin sotana. Ella sin parar su particular baile de San Vito en involuntario cúbito supino. Yo, la mano derecha férrea tras su cabeza y la izquierda apretando la suya: tensa y fría, pero relajándose y calentándose, en seguida. Y mirando la puerta en espera de «ayuda». ¿Qué más podía hacer? Y palabras de calma y sosiego, por si en su crisis escuchaba, seguro que lo hacía.

Supongo que más por el paso del tiempo que por mi fuerte energía transmitida a ella a través de mis manos (sí, el reiki funciona y nuestra alma desborda energía, si sabemos canalizarla como sé yo) la bella chica se calma. Cierra los ojos, cesan los espumarajos y las convulsiones. Pero no recobra la consciencia. Parece que duerme en sosegado sueño. De repente, entran a las bravas varias mujeres, una de ellas currela de la Facultad, no sé si de algo médico tipo «botiquín» o de la administración o profesorado. Les resumo muchísimo lo acontecido y ellas «se hacen cargo» de la chica, sin prestarme la más mínima atención. Total… yo sólo había sido quien veló por ella durante su crisis, qué más da. Les digo que la dejen tranquila, que ya se recuperará sóla y… y nada más porque ni me ven ni me oyen (igual fui un fantasma).

Me alejo, mirando de reojo que no le hicieran alguna barrabasada «bienintencionada» a la chica. Nada más llegar a casa me informo sobre los ataques epilépticos y sonrío sabiendo que hice todo perfectamente, por mera intuición o – quien sabe – remembranza de alguna de mis vidas pasadas. Y me congratulo de que esas 2 chicas histéricas se toparan conmigo y no intervinieran. Ni las otras que volvieron con ella. Quien sabe si hubieran puteado a la chica, pues aún habiendo pasado ya el ataque decían barbaridades como: «hay que meterle algo en la boca para que no se la muerda y se ahogue» y perlas por el estilo de aficionados a matasanos. Menos mal que lo poco que oyeron de mi relato se grabó en una de ellas que exclamó: «ya no hace falta eso».

Apostilla

Me fui sabiendo que el peligro ya había pasado, sino no hubiera abandonado a la chica ante esas buitres histéricas. Y esta es la primera vez (creo) que hago pública esta historia, sin decir que salvé la vida a nadie ni hacerme un vídeo con ella. Pues como dije en la entradilla: «el socorro al prójimo y el altruismo obligan a no hacer aspavientos de ello».

https://www.abc.es/espana/madrid/policia-salva-vida-vecino-mitad-noche-tras-20240620205236-nt.html

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