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RAFAEL LÓPEZ: Carta a don César, 11 de abril del 2024RAFAEL LÓPEZ:

Posted in © RAFAEL LÓPEZ opina on abril 13, 2024 by César Bakken Tristán
Estela Castillo Ramírez y César Bakken Tristán. En uno de sus 2 viajes de «tirados» a Eivissa y Formentera. Este fue en bici, el otro andando y autostop. Ambos en tienda de campaña. Foto hecha por mí con cámara analógica con cable de autofoto. Año 2005. Joder sí ha llovido, y qué siga lloviendo y que nadie para la lluvia pero que derriben a los aviones de las estelas químicas.

En un lugar de España, a 11 de abril del 2024

Querido don César:

Cojo, después de un semestre, lápiz y papel para escribirle unas letras.

Confío que usted y los suyos se encuentren bien de salud, o lo mejor que se pueda, teniendo en cuenta que, por usted, conozco la gran distancia entre el poder y el querer en esta materia (en general, en casi todas).

De todas maneras la naturaleza humana dispone de una elasticidad cuasi milagrosa, adaptándose a las mermas físicas y emocionales con notable solvencia. Creo que esa flexibilidad es un tormento para los hijos de perra que, con siniestra profusión, tratan de exterminar a la humanidad (o al menos a la parte de ella que, supuestamente, somos el origen de todos los males).

Pero no quiero apartarme de lo esencial con cuitas públicas, sociales o políticas (un auténtico festín en materias primas), para centrarme en lo privado, por algún momento en lo íntimo.

Hay algo en la naturaleza humana que hace que nos preocupemos de cosas mundanas cuanto “todo va bien en casa”, pero que quedan empequeñecidas cuando ese factor no se da. El peor infierno de todos es el doméstico, muy especialmente cuando los vínculos han sido formados durante lustros.

Entrada a la casa actual, de alquiler, que tiene César. Él vive entre meadas de perr@s. Tras medio lustro… no ha podido evitar esto. Y tras muchas peleas y denuncias, encima… por defender su dignidad antes los cerdos.

El desasosiego que generan ésas desavenencias no es comparable a nada. También está el contrapeso que supone la grandeza de superarlas, casi siempre por el amor, que amalgama lo más noble del individuo, y algunas veces por la costumbre (que, en estos casos, lejos de actuar como un factor negativo lo realiza en positivo).

Le informo que he recurrido a un experimento, medir la gravedad de esas desavenencias en centímetos (algún día se lo explicaré en persona, porque no es asunto para dejar constancia por estos lares). Seguramente no es el mejor sistema, pero es que uno no sabe a donde asirse en momentos de tanta tribulación.

Y, en fin, me voy despidiendo sin haber dicho nada, habiéndolo dicho todo (ésas contradicciones que a usted tanto le gustan), con dos temas de primerisimo nivel. Uno, por supuesto, en español, la estupenda Rocio Durcal con su “Costumbres”, del gran compositor mejicano Juan Gabriel y el otro más acorde a sus filias, de las cuales me estoy convirtiendo en devoto, del grupo Ratt con su guitarrista Warren DeMartini. Es un guitarrista quinto mio y lo he elegido en homenaje a los nacidos en los años de gloria ¡Redios! Es el tema “The morning after”

Querido Amigo, hasta no se cuando, pero con la certerza de que lo tengo muy presente en mi día a día y en mis oraciones (sí no a buenas horas estaría escribiendo ésto, jajaja).

RAFAEL LÓPEZ: Octubre

Posted in © RAFAEL LÓPEZ opina on octubre 21, 2023 by César Bakken Tristán

Abordo, en el día de mi sexagésimo cumpleaños (hace 60 años que nací, para los que no hicieron la E.G.B., y es mi 60 restaños, para que me entienda el Tirano), una cuestión que creo muy apropiada: la vejez y la muerte.

Este artículo me ha servido para rememorar el quinto (hoy estoy enfebrecido con los números ordinales), que escribí para el señor Bakken, a mediados de noviembre del 2020, ¡hay que ver como pasa el tiempo!

Por cierto, hablando de como pasa el tiempo, ¿alguien se acuerda de cuando se estudiaban los números cardinales y los ordinales?, no sé sí se seguirán dando, porque, ahora, las horas lectivas se centran en corromper y embrutecer a los niños con porquerías, degeneraciones y majaderías.

Les dejo el enlace del artículo mentado, para los que sientan curiosidad y sean unos holgazanes, como yo:

Sin embargo, modificaré la línea expositiva de mis dos últimos artículos (la Familia y los Hijos), en los que “sentaba cátedra”, eso sí, con la cautela de que mis reflexiones son mías.

Realizo este necesario cambio de registro porque debiendo gozar, todos ellos, de la necesaria amplitud para ofrecer un tratamiento medio digno, en el caso de la vejez y la muerte la casuística individual hace imposible la síntesis en un simple artículo.

Sí les anticipo que existe una cuestión que, siempre, me ha dado que pensar: ¿los años nos hacen mejores, o peores, personas?. Todavía no he encontrado una respuesta, de ahí que el intento por acrisolar una realidad tan compleja, como es la vejez, me haya hecho desistir de toda pretensión. Cada persona es un mundo y tiene una evolución (o involución) vital, por lo que generalizar es errar. Hay quien nace siendo un vinagre, sigue siendo vinagre y muere siendo un vinagre; otros, como los buenos vinos, mejoran con los años (sé que es una analogía algo prosaica – no poética, jajaja – pero, para un vinater como yo, me resulta acogedora); otros con todo a su favor en su infancia y juventud llegan a un punto en el que se malean y se echan a perder; en fin, un sin Dios.

Si nos atenemos a la cita del gran Oscar Wilde “Experiencia es el nombre que damos a nuestras equivocaciones”, el curso vital, en el que perfeccionarse como persona, debería ser un constructivo número de errores. Se podrá, o no, estar de acuerdo con la sentencia de marras, pero lo que nadie puede negar es que se aprende mucho más de ellos, que de las cosas que nos salen de cara.

Para mí, y salvando las diferencias, el trascurrir por las distintas etapas vitales se me asemejan a los cambios de residencia. No me refiero a un mero cambio de casa dentro de la misma ciudad, o pueblo, sino a un cambio de residencia drástico (de un pueblo a una gran ciudad, de la península a una isla, o de un país a otro). Te das cuenta, desde el primer instante, que has de “coger el paso”, que tienes que adaptarte al lugar en cuestión y eso no se hace en un día. En la vida pasa algo parecido, también tienes que coger el paso a los años, pero de una manera natural, sin forzar las cosas, porque devienen grotescos los sujetos que llevan el paso cambiado, moceando cuando peinan canas o esos imberbes que presumen de ser mayores.

Cada ciclo vital tiene sus cosas buenas y otras que no lo son. Hay que valorar y disfrutar de las positivas y llevar con dignidad las negativas. Indudablemente, el paso de los años deja huellas físicas, emocionales, de pensamiento, etc. que nos van cincelando como personas y que, desde mi punto de vista, deben servirnos para enreciar nuestro espíritu y servir de fulminante en la búsqueda de la verdad y la sabiduría.

Pensando en ciertas personas, podría hablar maravillas de la vejez, porque han sido ejemplos vivos de superación personal y de una calidad humana excepcional en dicha etapa vital (en realidad durante toda su vida), pero hay viejos a los que les ocurre todo lo contrario: son seres resentidos y sin amor por nada, ni por nadie (a excepción de ellos mismos).

En fin, sólo puedo decir que mientras hay vida hay esperanza, y que debemos aprovechar todos los años de este tránsito terrenal. Una persona mayor tiene las capacidades, el bagaje vital y una buena parte de sus potencias físicas para hacer muchas cosas buenas en la vida y ése es mi concepto de cómo afrontar esta etapa.

Indisolublemente hilvanado con el asunto de la vejez, está el de la muerte. Poco tengo que añadir a mi artículo de hace tres años (la verdad, es de los que mejor aguanta el paso del tiempo y uno en los que menos correcciones realizaría), simplemente reafirmarme en la dignidad con que debemos enfrentarnos a Ella, reparando – en lo posible – agravios mientras limpiamos nuestra alma de indignidades y pecados.

Cuando era joven veía a los treintenos como personas muy mayores, cuasi como si estuvieran a un paso de la fosa, jejeje. Ahora, ocho lustros más viejo, me remitiré a un párrafo escrito por mi: “Y en esta hora en la que adquieren sentido tantos anhelos sofocados bajo el peso de interminables jornadas de desasosiego, aspereza y desolación”, que ningún lector conseguirá desentrañar, pero que yo entiendo a la perfección (que para eso lo he parido).

Sinceramente me explayaría más, porque los asuntos mencionados lo permiten, pero descartando 2 o 3 seguidores de este blog, que son como manda Dios, el resto sois unos pasmarotes, incluidos el centenar que reciben las andanzas del buen “Sancho” Bakken por telegram, y que también tienen la posibilidad de acceder a los artículos que aquí se presentan. Todos vosotros no merecéis más que mi animadversión, tanto por no comentar los míos, como los muy esforzados y feraces materiales del cómitre, que dirige esta balsa de náufragos. Si hay algo que me enerva es la callada por respuesta y este silencio de muertos, ante contenidos que pueden ser cualquier cosa menos proclives a la indiferencia.

Intuyo que, tal vez, alguien llegue a pensar ¿Quién se ha creído Este?, sí escribe es porque quiere, que luego no se queje y nos eche la bulla. Crítica que acepto gustosa porque es infundada (los maños gruñones sólo nos enfurruñamos cuando nos hacen críticas fundadas, jajaja).

He sido privilegiado con una intensa comunicación con don César. Puedo prescindir, perfectamente, de ver publicados mis materiales en el blog, pero no de ése, cuasi íntimo, carteo con el señor Bakken. Principalmente, porque me ha aportado un mayor conocimiento personal suyo, tan alejado de la imagen que suele proyectar, en la mayoría de sus artículos, a través de ése rocoso lenguaje tan personal. Además, a pesar de “escribir para mí”, me produce un severo hastío la indiferencia de los lectores, que no solo minusvaloran, con su inacción, mis textos, sino, también, el trabajo que se toma César en complementar mis artículos, con imágenes apropiadas y muy apropiadas. Por si no fuesen suficientes las razones mentadas, está el hecho de que a un holgazán como yo, le supone un sacrificio repasar mis frecuentes errores ortográficos, de acentuación y de puntuación, y eso es algo que tampoco merecen los vacuos visitantes de este insigne blog.

Cuando he dicho que “escribo para mi” es porque he mostrado, en buena parte de mis artículos y en los mil y uno comentarios del blog, vivencias, creencias y opiniones personales. No se escribir sin trasladar un posicionamiento propio sobre las cosas, sea en base a mis experiencias vitales como de mis convicciones personales. Debido a ese criterio me resultan, insufriblemente, tediosos los artículos que no enseñan nada, ni se esfuerzan en una crítica fundada y autónoma, generados facilonamente a partir de los 1.001 titulares de todo tipo, que se evacuan hoy en día, con los que seguir idiotizando, aún más, al vulgo. Por eso, ya ni leo prensa, ni veo la televisión y de internet lo justico y de cuatro elegidos (nunca mejor dicho).

Alguien que se tome la molestia de atender los materiales que he creado para este blog, le aseguro que dispone de elementos, más que suficientes, para que si me ve por la calle me diga: ”Rafael, yo te conozco” (y no me refiero al simbólico reconocimiento facial a través de la foto, que la gentileza de César tuvo a bien incorporar al carrusel de imágenes de portada de su blog), porque mis escritos muestran muchas de las facies de mi personalidad, preferencias, convicciones y de mi transitar por la vida.

Cierro, después de tres años, un ciclo, con una destacada deuda hacia don César **Bakken **Tristán, que me ha permitido saborear las mieles de mi actividad juntaletril, alcanzando cotas impensables. También me ha brindado la oportunidad de aprender muchas cosas, comprobar la mendacidad y las miserias que reinan por doquier y conocer interesantes verdades, que habían permanecido ignotas para mí.

La exégesis de este periplo trienal podría ser ésta: Este dipsomaníaco, de discursos anacolutos, ha alcanzado tal nivel de ataraxia que le permite afrontar, sin titubeos, el reto del negro sobre blanco y que la esclavitud de escribir para un Maldito ha tenido unos considerables efectos apotropaicos y sofronizantes, JAJAJA.

Ahora, más en serio, y dado que en la postdata realizaré una recomendación cinematográfica y otra musical, les transcribo unos inspirados versos de la gran Santa Teresa de Jesús:

“Nada te turbe, nada te espante;

todo se pasa, Dios no se muda;

la paciencia todo lo alcanza.

Quien a Dios tiene nada le falta.”

Y me despido definitivamente, porque estafermos con horchata, en vez de sangre en las venas (¡para qué esperar siquiera tinta!), no merecen ni un segundo más de mi tiempo.

Gracias, como siempre, a mi Amigo, ése indómito Cicerone cuya hospitalidad, fidelidad y nobleza le permitirá seguir siendo merecedor de mis atenciones.

Adiós.

P.D.: Para César y ésos 2 o 3 seres con alma les dejo el enlace de una película entrañable (en España se tituló “El asunto del día”), está en versión original y sin subtítulos ¡a lo puro macho!

Re-P.D.: Como no podía ser de otra manera y asumiendo el atrevimiento, al ser el que suscribe un maño medio sordo, les adjunto el enlace donde escuchar el concierto número 4 en fa menor de Antonio Vivaldi, Op. 8, RV 297, titulado “El invierno”, perteneciente a “Las cuatro estaciones”. Para los que tengan prisas por seguir perdiendo el tiempo con memeces, nada; para el resto deléitense, durante 9 minutos y 24 segundos, con los tres movimientos del mismo.

Requete-P.D.: como buen aficionado a los toros, tal vez, mi despedida sea taurina, no descartando volver a los ruedos si la ocasión lo merece, o sí la nostalgia me vence.

RAFAEL LÓPEZ: Septiembre.

Posted in © RAFAEL LÓPEZ opina on septiembre 1, 2023 by César Bakken Tristán

Continuando con el hilo conductor de mi anterior artículo, me referiré, en esta ocasión, al ataque contra la parte más vulnerable de la familia: los hijos.

Aunque no se sea madre o padre (y realizo esta puntualización, de carácter sexual, porque, en este asunto, existe un vínculo maternal, natural y poderoso, insoslayable), cualquier persona con un mínimo de intelecto, humanidad y sentido común, habrá observado las criminales acciones que se vienen cometiendo, desde hace lustros, contra la infancia.

La primera de ellas se produce desde la propia concepción, a través de su asesinato legal, llamado eufemísticamente “interrupción del embarazo”. Esa calificación queda muy aséptica, muy limpia y muy filantrópica pero no lo suficiente como para ocultar que la interrupción de marras es un asesinato en toda regla. Las catervas de cagadas de Satanás (no soy tan indulgente como para concederles el grado de hijos a esta purria antropomorfa “progresista”) regurgitan sus histéricos lemas como el de que la mujer es dueña de su cuerpo y otras memeces por el estilo, tratan de naturalizar dos aberraciones: la primera la deslegitimación de la responsabilidad paterna en la nueva vida y, la segunda y principal, que el asesinato de un inocente nunca debe de ser un método anticonceptivo (que no resulta ser una apreciación correcta, porque la concepción ya se ha materializado). La concepción de un ser humano es algo muy serio y no se puede interrumpir, como cuando das la luz de una estancia -ahora la doy, ahora la quito-, porque supone la destrucción de una vida humana de forma irreversible y sin reemplazo.

Vivimos tiempos oscuros donde las inmaduras y hormonadas relaciones sexuales, sin medidas anticonceptivas, se han generalizado. Esa falta de responsabilidad muestra su más sanguinaria faz cuando se produce el embarazo y se acude a la “inicua” interrupción del mismo (el 60 % de las jóvenes embarazadas, menores de 20 años, aborta y ese porcentaje alcanza el 80 % entre las adolescentes menores de 16 años). Esta actitud pone de manifiesto el respeto que sienten esos fornicadores, sin sesera ni moral, hacia ellos mismos y, muy especialmente, hacia un ser humano inocente de cuya vida son responsables y custodios. Si lo hacen con lo que debería ser su bien más preciado, ¡qué cosas no harán con todo lo demás!

Hay sujetas que llevan múltiples abortos en su falta de conciencia. ¿En qué tipo de repugnante comunidad se educaron para mostrar tan nulo instinto maternal y tal desprecio por la vida de un inocente, que además llevan en su seno? (es una pregunta que no necesita respuesta).

Por otra parte, me producen náuseas que limitadísimas propuestas encaminadas a ofrecer la posibilidad de que las madres escuchen el latido de sus hijos, o verlos en una ecografía de estas modernas, para que puedan repensar la decisión, o no, de abortar, hayan sido extirpadas, cual tumor maligno, por las chusmas roja, tibia, clerical y femihistérica (unos por cobardía mayúscula y los otros por su galopante sectarismo).

Uno de los aspectos más hirientes sobre el aborto es que se ha llegado al paroxismo de que matar, o maltratar, a un animal (seres sintientes según los denomina la estúpida nueva ley de Bienestar Animal, aprobada en marzo del presente año por la caterva de psicópatas que nos expolian y zahieren), tiene más gravamen penal que el asesinato de un ser humano, coadyuvado, para más inri, por quien, por ley natural, debería ser su mayor protectora.

Las cifras de abortos en España son sobrecogedoras. Todos los años, en España, se asesinan a más 100.000 criaturas en el vientre de sus “madrastras”. Siendo esto lo más grave, no hay que menospreciar el infernal y siniestro entramado pro-abortista (clínicas y “matarifes” con título de médico que han convertido el juramento hipocrático en un legajo inmundo de tanto prostituirlo. Centros de atención sanitaria y psicológica para la mujer, asistentes sociales siempre tan vigilantes en el cumplimiento de la criminal agenda de la muerte, etc.), que, nutrido con los impuestos confiscatorios a los que estamos sometidos no tienen reparos, ni escrúpulos, en llevar una vida de opulencia a costa de la vida de los más inocentes (usted puede estar, o no, de acuerdo con el aborto, pero tenga la seguridad de que lo sufraga, al igual que las operaciones de cambio de sexo y una retahíla de más degenerados actos médicos).

Desde que se aprobó la ley del aborto, se han realizado más de dos millones y medio de abortos (2.665.000 según cifras oficiales). En el transcurso de tiempo que usted utilice para leer este artículo se habrá practicado un aborto en España, ¿le parece un dato intrascendente?, el artículo posiblemente lo sea, pero el hecho de matar a un inocente, jamás lo es ni lo será.

Sí despiadado y contra natura es el crimen del aborto, a los niños que nacen les esperan no pocos infiernos en vida. Hace ya unas cuantas semanas (don César se hizo eco en su telegram), vi un repugnante video de una relación pederastica entre un hijo de perra, para quien el averno me parece poco castigo, y una niña. Creo que era ficción, pero en estos casos suelo pensar que la realidad supera, ampliamente, a lo que nos muestran en las vomitivas películas y series televisivas. No eran imágenes aptas para nadie, porque resultan hirientes hasta para un curtido adulto con un mínimo de humanidad, aunque imagino que existen alimañas y degenerados que se lubrifican con semejantes imágenes.

Considero a la pederastia como uno de los mayores crímenes que se pueden cometer y la normalización que se viene llevando a cabo, principalmente a través de toda la escoria mediática, es, si cabe, aún más repugnante.

Observar cómo niños inermes son sodomizados por unos carnuzos que los tratan como meros juguetes sexuales al servicio de sus obscenos deseos, es algo que me produce una repulsión mayúscula. Creo que en la Biblia se menta a Jesús diciendo: “mejor sería que quien haga daño a un niño se ate una piedra de molino al cuello y se tire al mar” (disculpen si no es literal), ¡Poco castigo me parece!

Porque en esta cuestión (y en general, con todo), se trata, en primer lugar, de proteger a nuestros hijos de estos engendros inmundos, para que no tengan ni la ocasión, y en el caso de que ocurran, o intenten, estas aberraciones, pues tratarlos como se merecen, lo mismo que si fueran bombillas (y don César ya me entiende).

Desconozco las causas por las que existen depravados de esta catadura, es algo que, relativamente, me trae sin cuidado. A mí las monsergas de los trastornos psicológicos, las infancias difíciles, etc., en cuestiones de esta naturaleza, me resultan especialmente grotescas y ponzoñosas. Observar, además, los laxos castigos que se aplican a quienes cometen estos crímenes, dice mucho de lo pervertido de la propia legislación penal. Ya anticipo que la prisión permanente revisable me parece una pena excesivamente leve. Creo que la implantación del garrote vil encuentra una de sus mejores justificaciones con alimañas de esta catadura (tanto los que cometen estas aberraciones como aquellos que las alientan y blanquean), porque corromper la inocencia de un niño es algo que no hay especie del reino animal que lo haga.

De cualquier manera, existe un caldo de cultivo que favorece toda la podredumbre moral que padecemos. La universalización de contenidos pornográficos, llevada a cabo por las furcias mediáticas, y la ausencia de toda ética/moral individual y/o social son factores determinantes. Pero el más ignominioso de todos es el adoctrinamiento que se viene realizando, de un tiempo a esta parte, en los colegios, hacia este tipo de prácticas sexuales y otras igual de viciosas.

Mal andábamos en esto de la educación escolar, en primer lugar porque lo que es educar siempre se ha hecho en casa, los chicos deben ir al colegio a instruirse. Lejos de ello, se llevan lustros de un adoctrinamiento taimado en cuestiones ecolojetas y de normalización de un sistema político corrompido, que promueve una locatización de la enseñanza, acorde a las directrices del mentecato de turno que gobierna la Taifa en cuestión. Así, los contenidos en Historia, Geografía, Lengua, etc., quedan mutilados al gusto del sátrapa regional. Sin embargo, lejos de corregir semejantes disparates se ha dado un paso de tuerca más (yo creo que habrán sido una docena, por lo menos), pasando de estos burdos adoctrinamientos a la corrupción de las mentes de los niños para que acepten como algo natural toda clase de degeneraciones sexuales.

Ya, desde aquí, abogo porque los padres puedan disponer de la posibilidad de educar a sus hijos por sus propios medios, sin la obligatoriedad de tener que acudir a esos antros de corrupción, camuflados como centros docentes, donde ni los forman y además les enseñan porquerías.

El intento de normalización del transexualismo, la hipersexualización de las criaturas desde edades tempranísimas y una amplia condescendencia mediática (cine, televisión, etc.), hacia estos comportamientos criminales, han formado un cóctel nauseabundo, cuyo único fin es destruir la inocencia de la infancia.

El resultado final de todo este proceso lo podría resumir, perfectamente, un instructivo video que Don César publicó en su telegram. Es un video de poco más de un minuto, donde inicialmente sale una joven grabándose en grotescos bailes moviendo el culo (perreo, o algo así, creo que lo llaman). La joven debió divulgar en las redes sociales videos suyos de este tipo y por una de aquellas su Padre se enteró. Lejos de mirar para otro lado o tratar, estúpidamente, de “comprender” a su hija, emitió un video sin desperdicio, en el cual la hija pedía perdón por esa falta de respeto hacia ella misma y hacia su Familia. El Padre decía lo buena estudiante que era y, además, que era una buena hija que no necesitaba hacer ésas cosas, porque tal como enfatizaba, al final del video, “las nalgas sólo las enseñan las putas”. ¿Creen que el granítico comportamiento de este Padre resultaba inadecuado o excesivo? Les diré mi opinión: creo que hay pocas maneras de mostrar mejor un cariño tan fraterno, porque en estos aciagos tiempos de miserias y degeneraciones la recia filiación y devoción por la Familia se ha convertido en el último clavo ardiendo al que asirse.

Son patentes las criminales estrategias para desestructurar a la sociedad, siendo especialmente incisivas en el aislamiento del individuo de todo vínculo afectivo y de ahí el empeño en esguazar el más poderoso de todos ellos: la familia. Los ancianos se quedan solos o son un número más de los que, tristemente, comparte soledad en esos centros para morir llamados residencias de ancianos. A los jóvenes y niños se les desorienta, de tal manera, para que no sientan el vigor de los poderosos lazos familiares y así con todo y con todos. Todo ello conforma el núcleo principal del lascivo sueño de estos psicópatas globalistas que, perfectamente programado y ejecutado, impone su sucia y desquiciada ideología: la destrucción del hombre.

De todos modos, afirmo que no sé cuántas Familias, como Dios manda, quedarán después de este envite, pero ésas nunca podrán ser domeñadas por estos hijos de Satanás.

Por no extenderme más, dejo para mejor ocasión una exposición más prolija sobre el secuestro de niños por parte del Estado, llevado a cabo por una piara de súcubos con mando administrativo, para cometer todo tipo de crímenes y felonías. Esta patulea de malnacidos son, nauseabundamente, apoyados por represivos policías de todo pelaje, que arrancan de los brazos de sus padres a los inermes infantes. Desde ese mismo instante esas criaturas se ven sometidas a un infierno burocrático y judicial mucho peor del que conocían y que, en muchas ocasiones, los introduce sin pestañear en el mundo de las drogas y la prostitución. Por supuesto toda esta degradación es aprovechada, con lucrativos resultados, por unas mafias pseudoinstitucionales que han convertido el destrozo de la infancia, de los niños que caen en sus garras, en su modus vivendi.

Y, por no volverme a extender, sólo miento el desasosiego que me produce el terrible aumento en los suicidios de niños y jóvenes, fruto de un entorno social profundamente desquiciado y desnaturalizado, carente de recios referentes vitales y de la alegría de vivir.

Espena, abonada a una decadencia sin parangón y tan puntera en todo lo malo, ha complementado el crimen del aborto con la institucionalización de la corrupción de menores en las aulas. La misma ha sido criminalmente auspiciada por el poder político, siniestramente coadyuvada por los malnacidos responsables de los centros docentes; repugnantemente materializada por agresivos colectivos transexuales e hirientemente tolerada por unos padres emasculados cuya cobarde pasividad les garantiza tener abiertas, de par en par, las puertas del reino de Lucifer.

Todo este magma criminal de corrupción y depravación supone el fúnebre atrio de la destrucción de la familia, la prima ratio de una sociedad sana.

Hasta el mes que viene, sí Dios quiere.

RAFAEL LÓPEZ: Agosto.

Posted in © RAFAEL LÓPEZ opina on agosto 5, 2023 by César Bakken Tristán

Este mes voy a lanzar una diatriba hacia la hipocresía respecto del matrimonio y, por ello, prefiero poner el vendaje antes de la herida indicando que son, exclusivamente, reflexiones personales. Porque, aunque vaya a expresarme con vehemencia y rotundidad, sobre la cuestión, en modo alguno anida en ello una falta de respeto hacia las decisiones y formas de vida, individuales, conyugales y de pareja, de nadie. Quien lo interprete así, allá él.

En éstos atribulados tiempos de degeneración moral, se ha convertido en práctica generalizada la desnaturalización de toda estructura social. Una vez laminados los referentes menos vigorosos, se vienen centrando, en los últimos lustros, en tratar de zaherir el último e inexpugnable baluarte que queda: la familia. Ésos ataques son de muy diversa naturaleza pero, por no extenderme hoy en demasía, me centraré en el socavamiento de la institución del matrimonio, porque, al fin y al cabo, es el casamiento el manantial que hace brotar el nacimiento de una familia, con independencia de que, después, se tengan hijos o no.

La agresión sistemática y voraz que sufre el matrimonio, principalmente a través de la ley del divorcio y la tolerancia hacia pseudo uniones de todo pelaje, a las que se les otorga rango de paridad, resulta ignominiosa.

Como aperitivo indicar la profunda degradación en la propia celebración de las nupcias. Desde hace tiempo, tenemos que observar, atónitos, como se celebran burdas ceremonias homosexuales en las que la ostentación, amplias dosis de parafernalia y una impostura manifiesta suponen el lúgubre contrapunto de lo que es y supone un matrimonio. No menos rechazo me producen esos arrejuntamientos sin celebración alguna, que argumentando sandeces como que el amor va mucho más allá de un mero contrato (ésos indigentes morales degradan el matrimonio al asociarlo a un gris documento de derecho civil), santifican unos temporales amancebamientos hormonales intrascendentes.

No estoy en contra de los matrimonios civiles, porque es una formula muy válida para quienes, sin ser creyentes, desean asumir la responsabilidad de crear un vínculo conyugal. Los que sí me producen una gran repulsión son esos católicos sólo en el día de la boda, ésos que realizan una ceremonia religiosa, exclusivamente, por la apariencia y el esplendor que otorga, no asumiendo las gravísimas responsabilidades morales y personales que lleva implícitas. Y no hace falta que les mencione mi opinión sobre esos segundos casamientos católicos que, tras haber obtenido la muy conveniente disolución matrimonial por parte del tribunal de la Rota, alegan que las primeras nupcias fueron no consumadas (teniendo hijos y llevando, en la mayoría de los casos, un tiempo notable de cohabitación).

Abomino de las uniones civiles o religiosas que prostituyen el significado del matrimonio, no porque se arrejunten y quienes se arrejuntan (que me trae sin cuidado), sino por vampirizar el nombre, los rangos y el sentido de algo noble como es el matrimonio. La profunda decadencia de España se observa, entre otros infinitos aspectos, en cómo se ha admitido un lenguaje profundamente pervertido que califica de matrimonio algo que no lo es y asigna conceptos conyugales, como llamar a dos maricones marido y marido y a dos lesbianas mujer y mujer, profundamente degenerados (que lleguen a autocalificarse estos sujetos como esposos supone, en sí, un caustico escarnio verbal al vinculo conyugal). Son unos auténticos desquiciados quienes usurpan tales categorías, aunque – como siempre – lo son aún más los que han permitido esta perversión legal y lingüística.

Centrándome ahora en los matrimonios, digamos fetén, me resulta tragicómico cuando en alguna película, o en un medio de desinformación, oigo hablar de crisis matrimoniales, porque, en la mayoría de los casos, citan unos periodos de convivencia conyugal que deberían sonrojarles, por lo intrascendente de los mismos. No es que no se pueda vivir con intensidad el matrimonio, estoy convencido de que habrá cónyuges que se conozcan y hayan compartido muchas más vivencias que otros que lleven el doble de tiempo casados, porque no es la antigüedad en la celebración de las nupcias sino la intensidad de lo que acontece después lo realmente importante. Y realizo esta advertencia porque hay matrimonios que duran mucho, pero nunca han dejado de ser dos distantes individualidades.

El argumento de la incompatibilidad de caracteres me parece inmaduro y simplista. En primer lugar, porque un noviazgo debe permitir conocer los aspectos más personales de alguien con quien vas a compartir la vida. No puedo ser condescendiente con los papanatistas argumentos de que lo volcánico de sus caracteres, y/o el descubrimiento de que su cónyuge no ha resultado ser como esperaba, llegue a justificar la separación a los cuatro días. ¿Acaso quienes llevan muchos años casados son amebas que no han experimentado también, en algunos momentos, parecidas cuitas y probablemente a un nivel agravado?, no me respondan, porque era una pregunta retórica.

Rompiendo, ligeramente, el hilo argumental indicar que me resultan ridículos (y soy amable con el calificativo) ésos separados o divorciados, más o menos seniles (mas más que menos) que después de una vida marital bastante amplia dejan a la esposa para liarse con una jovenzana veinte o treinta años menor, balbuceando “que, por primera vez, han encontrado el amor”. Esa vejación hacia la esposa que estuvo lavándole los calzoncillos muchos lustros (posiblemente, también, dándole unos hijos), me resulta especialmente lacerante; porque hay que ser muy miserable para despreciar, de esa manera, a quién tanto se le debe y no concibo otro calificativo para esos mentecatos que el de ser unos perfectos capullos.

Porque, a mi modo de ver, son unos auténticos majaderos quienes pretenden mocear llevando canas (aunque se las tiñan) para “ponerse en el mercado”. Ésa extemporánea “búsqueda del amor” fuera del vínculo conyugal, hilvanada con una renovación completa de vestuario (por supuesto juvenil y ceñido) y de infinitos tratamientos estéticos para disponer de una imagen divina de la muerte, resulta grotesco y de una fatuidad insoportable.

La filiación de los padres hacia los hijos es natural pues son sangre de su sangre, heredando muchos aspectos físicos y del carácter de sus padres, pero esa circunstancia no se da con los esposos. Considero imposible una comunión de caracteres en el matrimonio y me generan no pocas cautelas cuando oigo semejante afirmación en unos cónyuges. Porque fiar la perfección del matrimonio a una coincidencia en aficiones, gustos, carácter, etc., me resulta superficial y hasta inmadura. Indudablemente años de convivencia van cincelando, en la mayor parte de los casos, el carácter y las afinidades de los contrayentes, pero ese es un proceso natural que se da (aunque con menor intensidad) en cualquier relación humana duradera en el tiempo.

Quiero realizar ahora una matización sobre los matrimonios laicos y católicos: sí en uno laico, el cónyuge se debe, a la persona con la que he decido compartir su vida, para entregarse más allá de uno mismo, en el católico ese vínculo es además con Dios. Les aseguro que no es ésta una cuestión baladí, porque el compromiso jurado ­­­­– o prometido –  delante del sacerdote supone una exigencia adicional de entrega y responsabilidad.­

Existen otros sacramentos como el bautismo, la confirmación o la primera comunión que al realizarse, habitualmente cuando uno es pequeño, no se tiene tanta consciencia del acto en sí, pero en el matrimonio no cabe esa discrecionalidad. En mi caso, el matrimonio me ha dotado de una fortaleza interior que no hubiese alcanzado jamás, eliminando miedos e inseguridades que me resultaban inabordables cuando era joven. Sin embargo, como todo en la vida, hay una excepción a ese formidable bagaje de enriquecimiento personal y ésa es, precisamente, el temible infierno que supone enfrentar las severas desavenencias conyugales. Para quienes se toman el matrimonio a la ligera, tal vez, esa posibilidad no les resulte tan hiriente, pero si se ha casado uno con la seriedad que impone tal decisión, ése escenario deviene esguazador.

Considero que el perfeccionamiento del matrimonio permite a los esposos sublimarse como personas. En contra del feroz individualismo y la falta de compromiso actuales, afirmo que el matrimonio no está hecho para pusilánimes, ni para incapaces en asumir una entrega y responsabilidad de primerísimo nivel. Igualmente afirmo que es ésa primorosa conjunción, del respeto y de la virtud teologal de la paciencia, la que permite ir dando los pasos necesarios para que el matrimonio madure de una manera sana y natural. De cualquier manera, como todo lo importante de la vida, se obtienen a cambio de esas férreas determinaciones y sus sacrificios inherentes, hitos vivenciales y emocionales excepcionales.

Podría haber escrito este artículo contra el matrimonio en el mes de septiembre, cuando celebraré, si Dios quiere, mi trigesimocuarto aniversario, pero considero que, al igual que ocurre con el oficio de padre, el de marido es de por vida y, por ello, todos los días son dignos para celebrar las jornadas conyugales de miel y también ¿por qué no? las de hiel.

A mi querida Esposa y a mi Madre.

Hasta el mes que viene, sí Dios quiere

RAFAEL LÓPEZ: Junio.

Posted in © RAFAEL LÓPEZ opina on junio 21, 2023 by César Bakken Tristán

Cuando en abril retomé mi actividad juntaletril percibí, como en tantas ocasiones anteriores, la febril emoción de ver publicados mis artículos en este primoroso rincón cibernético de cultura y libertad. Cinco han sido los relatos míos que han aparecido desde entonces, abordando distintas cuestiones, todas hilvanadas por el invisible hilo de mis vivencias y las consideraciones sobre una sociedad tediosa, asfixiante y depravada.

Como es habitual en mí y aunque sé de sobra que no sirven para nada estas conjunciones astrales, de tipo numérico, caí en la cuenta de que, siguiendo mi reciente pauta creativa, dejaría escritos 6 artículos durante los 6 primeros meses del año. Así que, ni corto ni perezoso, fijé el criterio de que, en lo que quedaba de año, escribiría un artículo por mes, hasta completar la docena. Y para adornar el circulo iré titulando los artículos, empezando por el actual, con el mes de marras. Seguro que cosas parecidas se habrán realizado con anterioridad, pero como no las conozco afirmo mi autonomía en esta decisión.

Para este nuevo empezar voy a recuperar el espíritu de mis antiguas recomendaciones musicales y cinematográficas, machihembrando de alguna manera aquella entrañable etapa de hace dos años (cuando mi antigualla tecnológica de por entonces decidió irse a su casa -el infierno-) con la actual. Creo que unir música con cine aliñado con la lectura del artículo, forman un cóctel artístico-creativo de lo más completo. Además supone una excusa perfecta para que revisione mis pretéritos textos y recomendaciones. Les aseguro que esto último me hace sonrojar y emocionar a partes iguales, pero, en ambos casos, estoy orgulloso, porque lo que no me producen es indiferencia: ése terrible estigma de los tiempos de tribulación que nos ha tocado vivir.

Resulta tan aburrido sumergirse en la monótona nadería de los medios que me reafirmo en mostrar, en la medida de mis posibilidades, relatos que huyan de ese infame escenario. Y sí no tengo nada de interés que contarles, antes dejaré ese mes en blanco y continuaré con la revisión de la biografía de don Raimuno Ráfales Daimiel (tengo que estar preparado, motivo por el cual debo pulirlo en lo más que pueda, aunque sólo sea para liberarlo de mis habituales errores de puntuación y ortográficos), porque prefiero el silencio a zaherirles con un texto indigno.

Seguramente este artículo se publicará para el solsticio de verano. En nuestro hemisferio, tiempo luminoso y de calor, así que la selección será acorde a las fechas.

En el tema musical me he decantado, finalmente, por dos canciones, ambas salidas de la factoría de Emilio Estefan, con composición a cargo de Kike Santander: la primera es del año 1994 titulada “El amor” interpretada por el poderoso dúo patrio Azúcar Moreno. Este tema formó parte de la megaproduccion cinematográfica estadounidense “El especialista” cuyo mejor activo (para mí el único) es precisamente la inclusión de este tema musical y cuyo director es de ésos que no saben que contar y … ◇◇. La segunda, de un lustro después, “Obsesión” interpretada por la estupenda cantante mejicana Ana Gabriel.

Ambos temas evocan amores de intensa emoción, de ésos que incendian la pasión. Musicalmente son de los que hacen mover los pies hasta los muertos y, en fin, que me gustan.

Me ha resultado más complicado elegir una película para la ocasión pero, como un compromiso te obliga a decidir, me he decantado por “En el calor de la noche” del año 1967 con Sidney Poitier y Rod Steiger como actores principales y la dirección de Norman Jewison.

La película también es de mi agrado. Creo que la lucha de caracteres entre personajes con cierto antagonismo, siempre es un argumento que da juego en el ámbito creativo (sí se hace con elegancia y bien hacer). Es más, analizando esta cinta y su traslación a la vida real, considero que, fuera de nuestro ámbito familiar, son precisamente las personas con una afinidad menor las más útiles para evolucionar al brindarnos un aprendizaje sobre las cosas y el mundo que nunca hubiésemos alcanzado. Por otro lado, también, nos permiten nuevos hitos en nuestra capacidad de análisis crítico al tener que contrastar nuestros valores y opiniones con quien no los comparte (entiéndase en su integridad). Por supuesto estoy hablando de personas de calidad, porque los miserables son incapaces de aportar nada de provecho a nadie.

Como no he encontrado la manera de adjuntar un enlace donde visionar la película, les diré que la acción se desarrolla en Sparta una localidad del estado de Missisipi. Es verano, hacer calor, en los campos los negros están recogiendo el algodón y en una sureña y cálida noche sucede un asesinato. El rudo jefe de policía local, poco amigo de los negros, tratará de resolver el crimen para lo que contará, a regañadientes, con la muy estimable colaboración de un inspector de policía que trabaja en el norte y es negro. No es la cuestión racial la que justifica la animadversión entre los personajes (aunque también exista), el verdadero choque de trenes es por los estilos tan distintos de cómo entender y realizar su trabajo. Personalmente me gusta más el personaje que interpreta Rod Steiger, porque se observa una evolución a través del contacto y relación con ese frio, orgulloso y analítico inspector de Filadelfia.

Les diré la escena que más me gusta, es justo al final de la película: Steiger lleva en su coche a Poitier para que coja el tren y consiga, por fin, ir a ver a su madre. Cuando llegan a la estación, antes de que el negro pueda coger su maleta, que va en el asiento de atrás, es Steiger el que se apremia para cogerla Él y llevársela hasta el andén. Ese gesto, esa imposible cortesía noventa minutos antes, del gruñón policía local hacia el negro, acrisola la esencia de lo que había supuesto el conflicto surgido por el encuentro de dos antagonistas. Me gusta mucho esa escena, la calificaría, sin reservas, de primerísimo nivel, de no ser porque el director la degradó con un dialogo final simplista e insulso ¡Redios!, ¡que hubiese dado la posibilidad a los actores de mostrarnos, sin palabras, la intensidad emocional de esa despedida!

Hasta el mes que viene, sí Dios quiere.

RAFAEL LÓPEZ: Un artículo como otro cualquiera

Posted in © RAFAEL LÓPEZ opina on junio 11, 2023 by César Bakken Tristán

Ya he escrito, por estos lares, sobre la utilidad de la disciplina, ese aspecto del carácter humano, tan raro en estos tiempos de tribulaciones, pero que, cada vez, lo considero más necesario y oportuno. Alberga en su seno un poderoso influjo vertebrador de nuestro día a día, coadyuvando a que los factores negativos, tanto domésticos como externos, no nos hagan excesiva mella.

Les aseguro que no es ésta una cuestión baladí ya que observo, por doquier, como la falta de disciplina provoca no pocas perversiones en el hombre. Someterse a la severidad de una conducta superior (yo así lo creo) no resulta sencillo y, de hecho, suelo pecar con más frecuencia de la que quisiera, pero su presencia es un estimulante aliento, para no reblar en el empeño emprendido.

Por supuesto la disciplina debe estar guiada por la consecución de unos objetivos nobles y que fortalezcan nuestro espíritu. Porque existen disciplinas en hacer el Mal (las vemos a diario), y cómo son legión los que las siguen. Indudablemente no hay virtud en esas disciplinas que nacen, y viven, de la depravación, la infamia y la molicie.

Cuando escribí, hace varios meses, sobre el asunto, me ceñí, casi íntegramente, a los criterios selectivos de nuestra conducta a la hora de buscar y acceder a información de calidad. Comentaba la importancia de ello para formar opiniones y criterios rigurosos. Por supuesto, este blog tiene esas características, pero, también enumeraba alguna que otra selecta fuente. Ha transcurrido muy poco tiempo, desde aquella restringida relación de manantiales informativos, y ya me desdeciría de uno (¡hay que ver cómo está el patio!).

Disculpen que me haya desviado de la línea argumental del artículo. Hace poco me dijo un sujeto que mis discursos eran anacolutos y probablemente tuviera algo de razón, pero ¿Qué se puede esperar de un maño, gruñón y cuasi invernal?

Volviendo al lio, considero que el esfuerzo es una de las facetas más directamente relacionadas con la disciplina. No me refiero al esporádico, ligado a la materialización de unos objetivos concretos, sino al constante, ése que te obliga a hacer las cosas aunque no tengas ganas y a superarte a ti mismo.

Indudablemente cuando me refiero al esfuerzo no sólo me circunscribo al físico, también al intelectual y al creativo. Otro aspecto que no tiene una relevancia excesiva es el hecho de que se reciba una remuneración pecuniaria por el esfuerzo/trabajo. Al fin y al cabo hay que dar de comer a la familia y, en muchas ocasiones, malditas las ganas que tienes de hacer aquello por lo que percibes un salario.

Nunca he considerado, ni consideraré, la presencia de una remuneración económica, o en especie, como un desdoro respecto del concepto de esfuerzo, aunque tenga que reconocer las distintas graduaciones que puede haber en el concepto, porque esforzarse, cuando no existe esa contraprestación, tiene un mérito superior.

Observo que para el hombre moderno, tan echao a perder, es más cómoda la autocomplacencia y el ceder a sus instintos holgazanes, donde el mayor esfuerzo suele ser dejarse abducir por las nuevas tecnologías, o ir al gimnasio (esos lugares que han proliferado como hongos y que se han convertido en los nuevos templos de reunión social). Considero que esa dejadez es un síntoma de debilidad y que la pérdida de la cultura del esfuerzo, supone uno de los mayores exponentes de la degeneración en que vive nuestra sociedad.

A menudo evoco, en mis artículos, los vigorosos tiempos de nuestros padres y abuelos, Ellos no se vieron expuestos a las tentaciones de ahora, pero estoy convencido de que no se hubiesen dejado corromper, como lo estamos en la actualidad.

El aburrimiento de la sociedad actual es retroalimentado, eficazmente, a través de una sobreabundancia de la basura del entretenimiento. Nadie se plantea ni un pensamiento superior, ni una actividad enriquecedora, porque ambos aspectos supondrían alejarse de la zona de confort (mis disculpas por utilizar ese esperpento de neologismo). Las élites, impúdicamente, allanan el camino para someter al hombre con mayor facilidad, eliminando los recios valores de antaño, relacionados con la disciplina y el bien hacer.

Estudiar, trabajar, leer, aprender ¡qué verbos tan virtuosos y difíciles!

Indudablemente esforzarse, en todo, supone una gran exigencia para la cual, la diligencia es herramienta ineludible. Gracias a Dios, he conocido personas que han sido ejemplos vivos de tener ésa severa disciplina vital llevándola con alegría y enriquecedor provecho personal. Fueron titanes que no se dejaron abatir por la merma de sus capacidades físicas e intelectuales y que, tuvieron el coraje de hacerle frente, cara a cara, a la pereza y el hedonismo, saliendo vencedoras, hasta que el Redentor las llamó para que le hicieran compañía.

Recientemente leí una noticia que considero ilustrativa: en Suecia van a eliminar toda la chatarra tecnológica de las aulas, volviendo a los ancestrales libros, libretas, lapiceros y bolígrafos. El experimento de los chismes que piensan ha resultado ser el de un aprendiz de brujo, porque ha generado unos desastres descomunales en las azoteas de los estudiantes, incapaces de razonar, esforzarse, memorizar y aprender.

Hace muchos lustros, recién casados, íbamos, mi Esposa y yo, a unas entrañables actividades de ejercicio físico, organizadas por el Ayuntamiento de Huesca, que se realizaban en el emblemático pabellón donde jugaba el homérico Magia de Huesca de baloncesto. Teníamos un par de monitores, eran un matrimonio muy agradable, aunque al que más recuerdo es a Manuel. En una ocasión me dijo: “el músculo hasta que no duele, no empieza a trabajar”, con lo que di por hecho que los ejercicios que realizábamos tenían que suponer un cierto sacrificio, un esfuerzo, para que los músculos pudieran fortalecerse.

Creo que es así en todo, la comodidad debilita y es necesario buscar el dolor del sacrificio, de la disciplina, del esfuerzo, para fortalecernos como personas. Hoy, que la cultura del esfuerzo languidece, he creído oportuno escribir un artículo como otro cualquiera.

Tanto en el aspecto físico como en el intangible, la probidad y la superación personal se alcanzan a través de ese angosto y empinado sendero del esfuerzo, la disciplina y la virtud en el ánimo.

Rafael López

RAFAEL LÓPEZ: El agua bendita.

Posted in © RAFAEL LÓPEZ opina on May 27, 2023 by César Bakken Tristán

Aunque mis acciones, como católico practicante, dejan demasiado que desear, cuando tengo ocasión aprovecho para entrar en una iglesia. Considero que la fe tiene un componente esencial introspectivo y, aunque reconozca que esa comunicación íntima con Dios la podemos realizar en los lugares, teóricamente, menos idóneos para ello, la paz y espiritualidad que se respira en los recintos sagrados ofrecen un marco incomparable para rezar y hacer examen de conciencia.

Una de las cuestiones que, con más tenacidad, viene a mi mente en esa comunicación personalísima es la siguiente: ¿Cuál debe ser el comportamiento de un cristiano, en estos tiempos aciagos y de tribulaciones? Reconozco que, desde siempre, el camino de la fe no ha tenido las cosas fáciles, pero vivir en una época, en la que las siniestras élites globalistas han impuesto un materialismo y un hedonismo sin precedentes, genera no pocas preocupaciones y confusiones.

Considero que, al igual que hace dos milenios, mantener una actitud cristiana frente a la vida debe ser, como entonces, un acto de rebelión contra el poder y sus perversas manifestaciones. Pero cómo olvidar el nivel de sumisión de la sociedad en su conjunto, y la de los católicos en particular, cuando si hay un grupo humano que debería haber resistido el miedo que, de manera desbocada, han inoculado en la sociedad, ése es el de los creyentes

Lejos de ello, los cristianos, además de haber asumido la repugnante agenda globalista, nos hemos convertido en una especie de inerme piñata a la que todos vilipendian y zahieren. No se observa ése comportamiento hacia el resto de religiones, todas más feroces e intransigentes. Ante ellas ocurre, justamente, todo lo contrario, lo cual pone de manifiesto que se nos ha perdido totalmente el respeto y, más allá de consideraciones morales, cuando alguien te falta al respeto ya no merece trato de ninguna clase, a excepción de la bendita legitima defensa.

Desafortunadamente se han integrado, en nuestras vidas, la totalidad de las liberticidas y tiránicas pseudo medidas sanitarias y de control social impuestas desde el poder, como sí no hubiera un mañana (distancias de seguridad, arrestos domiciliarios, supresión de actos litúrgicos, estúpidas normas de desinfección, etc., etc.), mientras como unos mansos, sin aliento vital ni moral alguno, se pone la otra mejilla ante todo tipo de alimañas y seres sin alma.

Pésimo ejemplo el de los actuales discípulos del Nazareno en este asunto, porque lo que podría haber dado ocasión a profundas y vigorosas manifestaciones de la fe en el Redentor, mutó, desde el primer instante, en una genupectoral postración ante las majaderías evacuadas por un poder político corrompido, ateo y profundamente criminal.

Son gotas en el océano los clérigos que se han manifestado en contra de este fanatismo pseudo sanitario y la deriva hostil de la sociedad hacia todo lo cristiano. No casualmente, son los mismos que también alzan la voz denunciando los nauseabundos adoctrinamientos de los niños en las aulas y la promulgación de unas leyes masónicas y eugenésicas que avalan desde la pederastia, pasando por el aborto y poniendo la guinda del pastel con la eutanasia. Mientras, desde el poder (también el propiamente eclesiástico), se tratan de acallar esas voces libres, a la vez que, con gran indulgencia, siguen con sus agendas repletas de aberraciones. Para colmo de despropósitos con el dinero que nos expolian, a través de los sanguinarios impuestos, se sufragan, y alientan, todo tipo de adoctrinamientos y manifestaciones pornográficas, mientras se atienden las infinitas gabelas y privilegios de transexuales desabridos y los sujetos de la peor calaña.

En la actualidad, la permisividad hacia lo promiscuo y la degeneración moral conviven con una despiadada, e hipócrita, estigmatización de los valores tradicionales de la familia (también alcanza a cualquier tipo de disidencia contraria a la doctrina globalista). En este contexto, y dentro de las cuestiones exclusivamente morales, se considera delito (por supuesto peligrosísimo) que se rece delante de las clínicas de muerte abortistas, mientras callan, cuan rameras, cuando un malnacido sarraceno asesina a un sacristán, en su particular guerra santa. Pero siempre hay más, la demolición de símbolos religiosos ha adquirido tintes cuasi festivos y los chalaneos entre los gobernantes y la cúpula eclesiástica, en materia de profanaciones en sagrado, huele a azufre que hiede.

De cualquier manera, el fin último de todas estas fechorías no es otro que la destrucción del propio individuo, atacando la ratio más sagrada del mismo: la Familia y su vínculo con Dios.

Ajenas a estas mundanas cuitas, como todos los años por estas fechas, viene con armoniosa puntualidad el saqueo institucional de la declaración de la renta. Preciso momento, elegido por la Conferencia Episcopal, para poner de manifiesto su enésima connivencia con el poder. Para la ocasión, se insertan en multitud de vallas publicitarias, de la vía pública, los oportunos anuncios que nos recuerdan la labor asistencial de la Iglesia, con el objeto de que los creyentes no nos olvidemos de poner la X en la casilla de la Iglesia Católica. Este año la exposición visual de la campaña se ha visto notablemente mermada por la siempre edificante y minimalista presencia de la publicidad partitocrática, de cara a las elecciones de final de mes.

Aunque considero que parte de los recursos obtenidos, por el medio anteriormente indicado, son utilizados en fines realmente encomiables, para mí, no es suficiente para tolerarlo, porque el fin no justifica los medios y ése dinero es dinero sucio. En primer lugar, por lo que supone de complicidad en el expolio; y, en segundo lugar, porque a través de él se tratan de acallar las escasas voces libres que, desde dentro de la Iglesia, pregonan la deriva de una sociedad adormecida y profundamente descreída.

Sí se permitiese que ésas aportaciones (para algo bueno debería servir una sociedad tan súper informatizada como la nuestra, en la que la mas nimia actuación con la Administración y entre particulares te obligan a realizarla por estos medios) fuesen nominales, consideraría reconfortante y hasta de justicia, que parte del dinero robado, por el pútrido Estado democrático, tuviera un buen fin (los conventos que atienden a los más humildes, las monjas que cuidan de los enfermos que están solos, etc., etc.).

Para finalizar, por hoy, estas reflexiones sobre la Iglesia y la fe, les relataré lo observado en una de mis últimas visitas a un templo. Resulta que al acceder al mismo, en el lugar donde siempre hay ubicada una pila para el agua bendita, me encontré que la misma había sido sustituida por un funcional y aerodinámico recipiente de plástico, tipo monodosis, con gel hidroalcohólico. Tal imagen me sobrecogió, porque llevar a tradiciones milenarias a su degeneración, por culpa de los delirios de estos hijos de Satanás, me produjo un profundo desasosiego. Acaso, ¿es ésa sumisa manifestación hacia la desquiciada escoria globalista prueba de fe?, me niego a asumir semejante aberración.

Intuyo que cuando la peste bubónica asoló Europa, principalmente en la baja Edad Media, ocasionando la muerte de un tercio de su población, el agua bendita estuvo presente, como siempre, en el acceso a los lugares de culto. Y aún más, los fieles que acudían a los templos seguro que, en aquellas terribles condiciones, seguían introduciendo, con delicadeza y fervor, las yemas de sus dedos en las pilas de agua bendita para santiguarse al acceder al recinto sagrado, mientras ofrecían la misma a sus familias.

Considero que para un cristiano son nuestros actos en vida los que nos definen y a través de los cuales seremos juzgados. No hay nada virtuoso en enfrentar, de manera inconsciente o temeraria, la enfermedad, el peligro o la muerte, pero tampoco en someterse, servilmente, a imposiciones arbitrarias que nos alejan de Dios.

Volviendo a la inexistente pila con agua bendita, que debería haber ocupado su principal puesto en el acceso a la iglesia, me fijé, ya al salir, que la misma estaba es un rincón, de otra nave aledaña a la principal, casi como si estorbase. Por supuesto, árida en lo físico, y abatida y yerma respecto de su finalidad espiritual. ¡Qué triste manifestación de decadencia!.

Probablemente, ésto que les he relatado, sea un síntoma menor del declive de la fe en estos tiempos de mendacidad y de ateísmo generalizado, pero, para mí, va más allá, por lo que supone de terrible asunción del argumentario de los carnuzos globalistas. Que hayan conseguido infiltrar su ponzoña materialista y deshumanizada en los cristianos, bajo ese infame y falaz disfraz filantrópico y buenista, es prueba manifiesta de lo tenebrosa que es la hora en que vivimos.

Desde mi punto de vista, la evangelización se ha venido fundamentado mucho más en hechos y vidas ejemplarizantes que en las propias catequesis. Así, poderosas manifestaciones públicas de fe como las de los antiguos cristianos que, con sobrecogedora entereza, iban cantando cuando los llevaban al matadero del circo romano; o a Hernán Cortés y sus oficiales hincando la rodilla ante los humildes frailes -que los aztecas llamaban Motolinia por lo austero de sus vestimentas y hábitos de vida-, supusieron hitos evangelizadores sin parangón. De la misma manera, la vida y obras de las grandes personas que vivieron con intensidad la fe, en Nuestro Señor, han sido, y son, manantial fresco y rotundo de evangelización. Por último, hay una influencia mas íntima, aunque no por ello menos importante, que proviene de la convivencia con personas, de nuestro más cercano ámbito familiar, que profesaron la fe con sencillez, transmitiéndola de una forma natural con su ejemplo.

Con todo lo expuesto, considero que hubiese sido un perfecto ejemplo de fe, haber observado a los lacayos cuerpos de seguridad del Estado entrando en un recinto sagrado, porra en mano, para disolver una misa, porque los feligreses no se ponían el gel de marras, habían sobrepasado el toque de queda y estaban junticos sin bozal. Lejos de esa vigorosa manifestación del sentir cristiano, las misas se convirtieron más en un acto de infinitas, e inútiles, prevenciones asépticas que en lo que realmente son.

Y, por favor, no me hablen de que ya hemos vuelto a la normalidad y estas cosas no pasan (¡ya veremos que nuevas felonías nos tienen preparadas!), o de aquellos grotescos neologismos de las nuevas normalidades, porque quienes utilizan esa repugnante palabrería, ¡vive Dios que tienen ganado … el averno!

P.D. :aunque ya he recomendado, por estos lares, la película “La guerra de Dios”, del año 1953 y dirigida por Rafael Gil, me parece un sobresaliente maridaje para mi artículo.

Aunque no tenga relación con el tema tratado, también quisiera recomendar una película del mismo año (en este caso lamento no poder facilitar un enlace donde visionarla), dirigida por Luis Lucia y titulada “Aeropuerto”.

Este estupendo cine franquista es, curiosamente, muy bueno, muy actual y muy transgresor.

“La guerra de Dios”, que les presento a través del enlace adjunto, es como le gustan a don César, en versión original y sin subtítulos.

https://www.tokyvideo.com/es/video/la-guerra-de-dios-1953,

Segunda P.D.: una persona muy querida, muy leída y muy inteligente me dijo que lo nuestro era la acracia patriótica. Creo que nunca he escuchado un término más adecuado, brillante y con el que me sienta más de acuerdo.

Tercera P.D.: plenamente convencido de la diligencia y atención que me brinda el señor Bakken Tristán, este artículo se publicará en fecha cercana a la festividad de Pentecostés. Confiemos, como ocurriese hace dos mil años, que el Espíritu Santo venga y nos ilumine, ¡que buena falta hace!

Cuarta P.D.: MUCHAS GRACIAS, DON CÉSAR, por mejorar mis letras juntadas con las imágenes que con tanto acierto seleccionas y, principalmente, por hacerme perder la sensación de esterilidad a través del recibo y atención de estos materiales.

RAFAEL LÓPEZ: Una generación.

Posted in © RAFAEL LÓPEZ opina on May 8, 2023 by César Bakken Tristán

Tengo entendido que a un periodo de cinco lustros se le considera una generación. Efectúo esta convicción personal porque la estructura de mi artículo se referirá a dicho espacio temporal, aunque en distintos momentos de la última centuria.

Hace unos días estaba enzarzado en una discusión con mi Esposa cuando en una de mis habituales vehemencias verbales mencioné el año 1940. Podría haber nombrado cualquier otro año porque, al indicarlo, no pretendía referirme a ningún acontecimiento concreto que le hubiese acaecido a alguno de nuestros mutuos ancestros.

La cuestión es que mi Esposa nació justo una generación después del año antes mentado y una vez superadas las turbulencias conyugales le surgieron, al hilo de ése espacio temporal, lúcidas reflexiones sobre los cambios que se vivieron en España durante aquella generación.

De las cosas que me dijo podemos dar fe porque, sin ser años vividos en sentido estricto (ambos nacimos en las postrimerías de dicho periodo), fueron acontecimientos que marcaron a nuestros Padres y Abuelos, los cuales nos relataron permaneciendo, desde entonces, cual esculpidos en piedra, en nuestra memoria. Así, siendo quizás el más significativo, se pasó en nuestros pueblos de tener que ir a la fuente, con pozales y cántaros a por agua para el consumo e higiene de la familia, o ir a lavar al rio (en el mejor de los casos, a uno de los lavaderos públicos tan habituales en aquellas tierras), a disponer de agua corriente en las casas. Hoy tan malacostumbrados a las chorradas tecnológicas minusvaloramos las comodidades de tener agua corriente en nuestros hogares.

Pero, suponiendo un hito importantísimo, hubo muchos otros avances, de tal manera que el acceso a un frigorífico o a una máquina de lavar ropa otorgaron una notable y novedosa calidad de vida para las familias. En la actualidad, abatidos por las siniestras abducciones a dispositivos luciferinos de todo pelaje (que nos privan de libertad, de independencia y cuasi de inteligencia) parecen pueriles estos logros, sin comprender que nos están condenando a un futuro en el que volverán a valorarse de nuevo. ¿Quién, después de una jornada de duro trabajo físico no valora darse una ducha (hay excéntricos que prefieren el plato de ducha a la bañera, es que “hay gente pá tó” como dijo un torero) para asearse?, y si reside en las rocosas sierras de nuestra geografía, y es invierno, no bendice disponer de agua caliente para tal fin.

Sí hablas de aquellos tiempos sin agua en las casas, con aquellas entrañables instalaciones eléctricas que apenas alcanzaban a cuatro puntos de luz con los que alumbrar, tenuemente, las estancias, te llaman rancio ¡como poco! Sin embargo, considero que es bueno tener presentes las realidades de no hace tanto, al igual que reconocer y valorar la capacidad de los hombres de entonces a cultivar la tierra, criar ganado y atender las 1.001 faenas para mantener el hogar.

Décadas de menosprecio hacia la forma de vida tradicional han conseguido que las nuevas generaciones desconozcan esas antañas y vigorosas realidades. Ingenuamente las consideran como imposibles de que vuelvan a estar vigentes, imberbe creencia que no comparto, es más, considero que, con la que se avecina, sólo quienes sean capaces de coger ése tren de las sabidurías y habilidades de nuestros ancestros tendrá la oportunidad de salir adelante.

Los tiempos actuales imponen su dictadura de moderneces que no sirven para nada de provecho, aunque son eficientísimos coadyuvadores de los sanguinarios fines de las elites globalistas que privando a las nuevas generaciones de los recursos y los conocimientos para salir adelante en contextos austeros, serán presas fáciles de su siniestra agenda eugenésica.

Este insigne blog dispone de muchos materiales de denuncia sobre las pérfidas intenciones de las elites globalistas, pero es que nunca será bastante retratar lo peligroso y deshumanizado de las mismas. De todos modos, más que avanzar en una crítica – que tal como indicaba está ampliamente cubierta en grandísimos artículos del blog – quiero retomar los notables avances que se produjeron en España en la generación objeto de mi relato.

Los logros en aquellos provechosos años fueron numerosos y afectaron a la práctica totalidad de los españoles. Nombrarlos generaría un texto excesivamente prolijo y no es ésa mi intención, ni creo, tampoco, que fuese del agrado de los pacientes lectores de este juntaletras cuasi invernal. Sí les nombraré un hecho para mí clarificador: los matrimonios que tuvieron un hijo en 1940 vieron, con orgullo, como sus desvelos, trabajo y sacrificio permitían que las expectativas de sus hijos y su calidad de vida era, una generación después, notablemente superior a la suya. Y hay más porque ese hijo, ya un hombre, podía ofrecer, venticinco años después, a sus vástagos un desarrollo personal, en todos los órdenes, imposible de anticipar cuando él nació.

En estos tiempos tenebrosos resulta dramático y hasta desesperante, para cualquier padre de familia, observar como sus hijos (que cuando nacieron todavía disponían de una calidad de vida, incluso superior a la de sus padres) vivan, una generación después, bajo sombrías expectativas; indudablemente peor que cuando nacieron y, en lontananza, el gélido aliento de un proyecto vital de miseria. De los nietos ya ni les cuento.

Esta fúnebre realidad trata de ser maquillada (diría más bien enterrada, un término, para mí, más definitorio) por unos medios de intoxicación corrompidos hasta el tuétano que, cual rameras arrabaleras, hacen el caldo gordo a los siniestros malgobiernos que ha padecido España en las dos últimas generaciones.

Y les diré algo más, un detalle premonitorio: a quienes acababan sus estudios universitarios, hace cinco o diez lustros (me da igual), se les abrían oportunidades donde desarrollar sus potencias y formación recibida en España; hoy, en el último curso de carrera, taimadamente, tienen que exponer las condiciones laborales de su profesión en otros países (Francia, Alemania, Argentina, Portugal, Estados Unidos, Irlanda, Suecia, Noruega, etc.). Resulta lacerante comprobar como Espena se ha convertido en madrastra para sus hijos, mientras actúa como una grotesca furcia que ni cobra por sus servicios y encima sufraga el coste de la cama para sus enemigos. Hace tanto tiempo que nos hemos convertido en la hez del mundo…

¿Sabrán las nuevas generaciones arreglar un conejo o un pollo (o polla, me da igual, que hoy estoy sicalíptico en honor del tirano), hacer un matapuerco, trabajar un huerto y mil cosas útiles para la vida; sabrán lavar la ropa sí se estropea la lavadora y qué hacer si no disponen de un frigorífico?. Todas estas cuestiones no suponían ningún contratiempo para nuestros padres, de hecho las hacían con naturalidad. Indudablemente las mejoras tecnológicas las aceptaron con agradecimiento, porque les permitía aligerar su carga de trabajo, pero seguían siendo capaces de afrontar el reto de vivir con autonomía plena. Ahora eso ni ocurre y el abismo que supone verse abocado a esa previsible realidad causa espanto a cualquiera que tenga dos dedos de frente.

Mis Suegros y mis Padres se admiraban por la primorosa crianza que les dábamos a nuestros Hijos. Hoy, desde el Cielo, observarán apesadumbrados cual aciago está siendo el devenir de su existencia, en sólo una generación. Tal vez venir a Canarias, cuando aún eran pequeñicos, fue un acierto, porque todo han sido tribulaciones, miserias y ruinas (económicas y morales) desde entonces, ¡qué tristeza tendrán al observar cómo agonizan tan nobles esperanzas y potencias!

Como epílogo de mi relato generacional tengo que manifestar que, de Pascua a Ramos, uno descubre un faro generacional, un rayo de luz, alguien que con menos lustros a las costillas, dispone de talento, creatividad, inteligencia y buenos y nobles sentimientos hacia el prójimo; alguien para quien la libertad y el respeto mantienen su perfecto significado; alguien que, incluso, acrisola un nivel superior en muchos conocimientos y sabidurias; alguien con una capacidad didáctica generosa y sencilla. Todos estos aspectos los consideraba moribundos y, sin embargo, los posee el cómitre que ofrece ésta ubérrima ventana a la verdad y la libertad.

Tratar a don César, sin que Él lo pretenda, me hace sentirme más humilde al observar su calidad humana y, aunque sea una ‘rara avis’, me ha permitido mantener viva cierta esperanza en el alma de los hombres.

¡¡¡SALVE CÉSAR!!!

P.D.: ¡VIVA FRANCO! y ¡VIVA JOSÉ ANTONIO!, ¡qué estoy harto de estos carnuzos profanadores de tumbas!. No respetar el descanso de los muertos es una de las acciones más rastreras que se pueden cometer.

RAFAEL LÓPEZ: Las malas compañías

Posted in © RAFAEL LÓPEZ opina on abril 21, 2023 by César Bakken Tristán

Voy a asumir el vértigo de escribir este artículo sin comillas. No es la primera vez que cometo tal osadía y vuelvo a ella, tal vez, porque me gusta la tensión que genera tanto para el que lo escribe como para el lector.

Cuando vas cumpliendo años, o restando según el cómitre que dirige, con fiera mano, este insigne blog, rememoras, a menudo, antiguos dichos y vivencias, los cuales, admirablemente, permanecen petrificados en nuestra memoria, mientras se desvanecen, con una facilidad pasmosa, hechos y acontecimientos cercanos en el tiempo, cuando no recientísimos. Mismamente ya ni recuerdo lo que almorcé ayer, ni lo que hice el fin de semana pasado. En ocasiones, tengo que realizar severos, y a menudo infructuosos, esfuerzos para recordar datos e informaciones acaecidos en fechas cercanas, los cuales me son necesarios tanto en mi actividad profesional, como en mi vida privada.

Un término que, desde mi punto de vista, ha decaído notablemente en su utilización es el de las malas compañías. No lo escucho por ningún lado, ni a nivel profesional, ni en el personal. Desconozco los motivos de esa falta de uso porque, desde mi punto de vista, sigue plenamente vigente aunque tal vez se deba a que es excesivamente vigente.

En estos tiempos aciagos y de tribulaciones afirmo que las malas compañías están más presentes que nunca y que son más malas que nunca. Aunque cometa una herejía al escribir esto, creo que Dios castigó a Lucifer con un muy agrio, e ingrato, trabajo que no se le sabe valorar, recompensar, ni reconocer. Con lo que le está tocando considero que ya se ha ganado el perdón divino, o, al menos, una segunda oportunidad.

En el acceso a sus dominios hay una puerta principal para los espenoles (Don César Bakken Tristán dixit, para mí, uno de sus más atinados neologismos) y todos los que por ella pasan han sido malas compañías.

Dentro de ese patrio contingente están los que, en vida, han recibido trato de don sin serlo, aderezada con inmerecidas gabelas de todo tipo. De todos modos no son, sólo, los que en su terrenal paso se pavonean, estúpidamente, por llevar trajes costeados por sus siervos tributarios, quienes recibimos a cuenta todo tipo de escarnios y latrocinios; también están los poca ropa, los tibios, ésos incapaces, por puro mediocres, de tener en vida ni una mala palabra, ni una buena acción. Son seres sin alma, ni aliento vital, cuyo único objetivo es pasar desapercibidos, cuasi camuflados, perfectamente mimetizados con el paisanaje de ser un borrego más.

En la antigua Mesopotamia la sociedad estaba estratificada por clases y su sistema judicial contemplaba la aplicación de las penas en función de la clase social a la que pertenecía el delincuente, siendo mucho más severas con los sujetos de mayor estatus social. La lógica del sistema no admite discusión, porque contra mayor es la posición que se ocupa, mayor perjuicio se puede realizar y, por lo tanto, más agravado debe ser el castigo. De cualquier manera no puede obviarse que personas de baja condición son capaces de conductas miserables y ser, también, unas malas compañías. Desgraciadamente el funesto igualitarismo moderno ha conseguido equilibrar el reproche penal (incluso el social), con independencia de la naturaleza del autor, algo que me resulta del todo punto incomprensible, porque malos son todos, pero sus capacidades de hacer el Mal difieren notablemente.

La debilidad mental de la sociedad occidental actual ha defenestrado el concepto de malas compañías y su graduación. Actualmente, todo se acepta con una naturalidad hiriente: ahí están ésas endiosadas malas compañías que implementan sus siniestras agendas deshumanizadas y profundamente desquiciadas y, también, las malas compañías chusqueras, ésas que aplauden bobaliconamente, y coadyuvan con lacayo fervor a su puesta en marcha a pleno rendimiento.

Por supuesto hay muchos más perfiles de malas compañías: por ejemplo, escucho últimamente a homéricos ciudadanos espetarle al Presidente del Gobierno: ¡Que te vote Chapote! (me niego a escribir palabros con sintaxis vascongada, que lo hagan las madres que mal engendraron a esas alimañas asesinas hijas de perra). Sin embargo, buena parte de esos mismos buenos ciudadanos no tuvieron los hígados de decirle al anterior ocupante del cargo ¡Que te vote Bolinaga! Esa falta de criterio y memoria es, para mí, un síntoma de ser una mala compañía porque se manejan bajo el nauseabundo influjo de un sectarismo burdo e hipócrita.

Hay otro grupo que me genera una especial animadversión: quienes enmascaran, con una estéril y farisea erudición, siniestros propósitos. Ésos hipócritas empostados han ido adquiriendo, con el paso de los años, una mayor presencia, resultándome la misma zafia y grotesca. Son sujetos, buenos para nada, que se escudan en la titulitis y cosas por el estilo, para convertir auténticas memeces en dogmas de fe.

Dentro de las variopintas tipologías de las malas compañías hay refranes y preguntas que, al responderlas, nos pueden ayudar a identificarlas:

  • A Dios rogando y con el mazo dando.
  • ¿Para qué hacer el bien, sí como se vive bien es haciendo el Mal?
  • ¿Por qué no voy a mentir para conseguir mis fines?
  • La libertad sólo se aplica si piensas y actúas como yo. Sí criticas, aunque tengas más razón que un santo, te censuro, te silencio y te crujo.

Seguro que el lector de este artículo encontrará más que estas cuatro referencias para identificar a las malas compañías. Doy éstas como una base que pueda completarse, y perfeccionarse, con las opiniones y experiencias vitales de cada quien.

Hay sociedades que tienen procesos evolutivos, la nuestra también los ha conocido (el más cercano el régimen del general Franco). Sin embargo, las malas compañías llevan provocando – desde hace media centuria – un siniestro impulso involucionista que está degenerando y degradando nuestra forma de vida, a nosotros mismos en nuestras libertades y derechos e incluso a la sociedad en su conjunto.

En definitiva, reitero que Lucifer debe estar más que irritado (tiene motivos de sobra para ello) por tener que acoger a tanto carnuzo. Tal vez vuelva a decir Non serviam e impida el acceso a su reino a tanta inmundicia antropomorfa. Con ello mandaría a esas viscosas escorias pseudo humanas y sin alma a la nada, que es donde siempre han estado. El averno es sitio demasiado noble para ellas.

Y dejo para el final a las malas compañías veras, ésas que tienen que soportar en vida la estigmatización, la hostilidad y el desprecio de la sociedad; simplemente por decir la verdad y mantener una actitud vital honesta, lejos de la mendacidad y la corrupción que reinan por doquier. Te dirán: “ten cuidado, no te juntes con éste o aquel porque es un radical/negacionista/fascista/etc.”. Esas malas compañías, que han sido agraviadas, menospreciadas, puteadas, zaheridas, vilipendiadas y un largo etcétera; por no doblegarse al mandato de las criminales élites y del vulgo adocenado. Ésas que no toleran la infamia de la mentira y la doblez son las que quiero para mí, porque ésos hombres de recio carácter – junto a aquellas personas de corazón limpio – son los que vigorizan mi espíritu crítico, estimulan mis potencias creativas, amplían mis conocimientos y, principalmente, porque a través de ésa sublime comunión me perfecciono como persona.

RAFAEL LÓPEZ: Corte y confección.

Posted in © RAFAEL LÓPEZ opina on abril 9, 2023 by César Bakken Tristán

Principalmente, cojo, de nuevo, pluma y papel por el estimulo cuasi pertinaz del señor Bakken Tristán, jajaja. Porque don César es un autentico y  poderoso fulminante para que un vagoneta como yo abandone su «zona de confort» (enésimo ridículo concepto, como tantos otros, evacuado por la proguez que domina la totalidad de los medios de desinformación y adoctrinamiento que coadyuva a la omnipresente vulgaridad «espenola»). Ahora hasta se me han pegaó los malos hábitos de mi querido cómitre: me desvío del asunto a tratar, utilizo sus neologismos y empiezo a divagar sin rubor ¡y todo a la vez! Discúlpenme y vamos al lio.

Antaño, hasta hace cosa de diez lustros, se les enseñaba a las chicas, en las escuelas, Corte y confección. El objetivo de ésa formación era dotarlas de los conocimientos necesarios para atender el arreglo, cuando no el diseño y confección, del vestuario personal, así como del de la ropa del hogar (sábanas, mantelerias, cortinas, paños, delantales, etc.).

Por supuestos los «modernos y progresistas» sistemas de enseñanza vilipendiaron tal formación, extirpándola, cual cáncer maligno, del sistema educativo. Siempre se ha dicho, y es una gran verdad, que «el saber no ocupa lugar», sin embargo, a éstos mastuerzos, que nos llevan zahiriendo sin piedad durante décadas, les trae sin cuidado tal certeza porque lo que les interesa es que las cabezas contra más huecas mejor. Al fin y al cabo necesitan disponer de ésa indispensable materia prima para la, más que reconocible, inoculación de los más siniestros mantras transhumanistas y ecolojetas en las criaturas indefensas que caen en sus manos.

Simplemente observando los «avances», en materia educativa, de los últimos años se comprende mejor todo: escandalosa merma en los conocimientos relacionados con el área de matemáticas (mejor que no aprendan reglas de tres y saber sacar porcentajes, así no se enteran de las grotescas mentiras sobre las subidas del coste de los alimentos, combustibles, energía, servicios, etc.); que decir de la asignatura de lengua española, piedra angular sobre la que debería configurarse un vigoroso compendio de conocimientos y que en muchos lugares de España ni se enseña y donde se enseña se hace con deficientes resultados (la fúnebre influencia angloparlante está provocando que los chicos ni aprendan inglés y, por supuesto, tampoco aprenden correctamente el español). Desde luego el sistema educativo se ha encargado de fulminar cualquier conocimiento riguroso sobre la historia de España (aunque en esto hay que reconocer que el tardofranquismo, en menor medida, también pecó, especialmente la relacionada con lo acontecido en el siglo XX). 

Y ¿en qué ponen empeño estos hijos de Satanás que nos malgobiernan y corrompen a nuestros hijos?, pues: en un burdo adoctrinamiento en la aberrante ideología de genero; en una vomitiva hipersexualización, hasta en niños de párvulos, explicándoles conocimientos tan «loables» cómo la correcta manera de masturbarse y marranadas por el estilo. Otro de los aspectos donde el sistema «educativo» centra sus denuedos es en la concienciación del ecologismo para salvar el planeta. Dentro de la simplista y buenista «cultura» ecolojeta se ha impuesto como un dogma incuestionable el principio de las tres «R» (Reduce, Recicla y Reutiliza). El concepto de marras ha malparido un engendro, un subconcepto, así sin despeinarse, consistente en lo «guay» que es comprar y vender la ropa usada para que sea reutilizada. Superándose a sí mismos, nos indican que compremos en tiendas de segunda mano para disminuir «la huella de carbono» (lo que es imposible es reducir la huella de tanto cabronazo suelto).

A los carnuzos que proponen éstas memeces les ha salido, sin saberlo (o tal vez sí, vete tú a saber) un vena filofranquista de tomo y lomo. Existe una  notable diferencia, entre los veros y éstos malnacidos, que radica en el hecho de que antaño se formaba para que se aprovecharan (reutilizaran) las ropas de casa, de la familia (las prendas de los padres para los hermanos mayores y de éstos a los pequeños, que se rompía un mantel, pues las mujeres lo aprovechaban para hacer servilletas y arreglos de similares naturalezas). Ahora éstos engendros viscosos, que son más holgazanes que Niebla el perro del abuelo de Heidi, sólo han sido capaces de la ocurrencia de que se vendan y compren los trapos que otros ya no se usan ni llevan. 

Vender y/o comprar ropa usada es un signo de profunda decadencia  (tal vez admisible como última instancia y en restringídisimos casos). Acaso un hombre se puede sentir cómodo llevando los calzoncillos de otro, o una mujer, que se precie de serlo, las bragas de otra. Me he decantado por las prendas más intimas, por considerarlas las más ilustrativas, pero me da igual la reutilización de cualquier prenda fuera del entorno familiar.

Para reutilizar, de manera noble, austera y adecuada, las ropas personales o del hogar, el primer paso es disponer de unos rudimentos en corte y confección. Nuestras Madres y Abuelas  no sólo los tenían ¡y muy ampliados! sino que aplicaban los mismos, a diario, con sobresalientes resultados. Éllas arreglaban pantalones; zurcían y piazaban a diestro y siniestro, cosían botones, cambiaban cremalleras y en fin, no había prenda que, antes o después, no pasara por sus manos para hacerle una puesta a punto.

Desde hace tiempo se ha impuesto una pseudo moda que consiste en llevar los pantalones vaqueros rotos ¡difícil encontrar manifestación más palpable de desidia personal! Hubiese sido un descrédito para las grandes Mujeres de antaño, sí esas que ponía en su DNI «Sus labores» o «Ama de casa», que un hijo suyo saliera de esa guisa de casa, jamás lo hubiesen permitido. Ahora, además de naturalizar la fealdad en la vestimenta, se tolera la inoperancia de unas generaciones que demuestran no saber hacer nada de nada de provecho (no considero el conocimiento en manejar estos artilugios luciferinos modernos como algo a tener en cuenta y, de tenerlo, nunca en un sentido  positivo).

¡Pardiez! o ¡Redios! es que, ya, resulta lacerante comprobar la cortedad existencial y vivencial de las garrapatas que sueltan estas sandeces de comprar y vender ropa de segunda mano, como un hito en la evolución humana. Dice mucho, y malo, de sí mismas, e incluso de sus ancestros, por desidia en no enseñarles como es debido. Sí, al menos, se hubiesen molestado en educarlas ensañándoles algo de urbanidad para que se abstuvieran en decir chorradas. Desde luego, aquí y ahora, abogo por una formación básica y universal en corte y confección, con la posibilidad de que aquellos alumnos que manifiesten interés puedan continuarla y perfeccionarla durante toda su carrera formativa. También por un conocimiento en las cuestiones de economía domestica, e incluso en las elementales habilidades en la atención del hogar como son los trabajos más comunes de fontanería, electricidad, pintura y/o carpintería, ¿porque acaso, a lo largo de la vida, no nos son de gran utilidad todos estos conocimientos?

Hay una película entrañable, que conocí gracias a un muy querido Amigo, en la que se produce un delicioso dialogo entre la señora King, encarnada por la estupenda Maureen O’Hara, y el señor Bellvedere interpretado por Clifton Webb (la señora King y su marido estaban asombrados por la cantidad y calidad de las habilidades, y conocimientos de todo tipo, que tenía el señor Bellvedere, la niñera de sus tres hijos)

– Señor Bellvedere ¿hay alguna cosa que no sea usted?

– Sí, señora King, nunca he sido ni un holgazán, ni un parásito.

¡¡¡VIVA FRANCO!!! y

¡¡¡VIVA LA, MÁS QUE NOTABLE, FORMACIÓN QUE SE RECIBÍA EN LAS ESCUELAS FRANQUISTAS!!!

Y rememorando a mi entrañable relato «Miguel», afirmo que «más vale cosido feo que roto bonico».

P.D.: que nadie interprete mi artículo como que, actualmente, no haya algunas personas jóvenes con una buena formación ¡vive Dios que las hay!, pero el sistema, en su conjunto, está podrido.